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Todo comienza con el sueño de alguien - Larry Niven

domingo, 5 de agosto de 2012

Buscando maneras de sobrevivir.

-Tampoco estaba tan mal ¿a qué no? A lo mejor se recupera y todo.-Dijo Marina con una sonrisa no muy convencida. El aire era cálido. Acababan de salir del hospital y Marina ya estaba pensando en el futuro de Andrea.
Marcos se limitó a escuchar, no contestó. Al entrar en el coche Marina miró el reloj, marcaba las dos y media. Marcos puso el coche en marcha, en la radio sonaba Yellow  de Coldplay.
-Esta canción me encanta.-Comentó Marcos mientras subía el volumen.
-Digamos que es una de las canciones que me gustaría que un chico me cantara.
-¿Aunque no sepa cantar?
Marina sonrió.
-Pues si, ahí está la gracias. Le da igual hacer el ridículo por ti, eso demuestra que te quiere.
Giró su rostro hasta traspasar su mirada por la ventana del acompañante.
And it was all yellow.
-¿Nunca te ha cantado tu novio?-Preguntó. Marina miró sus ojos, tenían una chispa de curiosidad.
-Yo no tengo novio.-Respondió de forma seca.
-Pero tenías.
-A él no le importaba nada, tan solo el hecho de tener novia. El no haría eso por mi.
Su mente se trasladó a aquellas vacaciones de invierno. A Marina le hubiese gustado ir a darle de comer a los pobres al refugio en Nochebuena, en cambio cuando estaba con él tenía que pasar las vacaciones en la montaña con sus amigos ''pijos''.
Sintió haber recordado el pasado, ahora vivía el presente, tenía una nueva vida.
-La verdad, no entiendo como no pudo aprovechar la oportunidad que tenía al estar contigo. Pero sin duda estás mejor sin el, no te mereces a esa clase de personas.
Cerró los ojos, no quería volver a aquel estado de quién se no se merecía a quién. Es verdad que ella no había sido del todo justa al estar pensando siempre en lo que a ella le gustaba, pero era su novio, ella había ido a Sierra Nevada de vacaciones en invierno, había ido a Alicante donde sus padres tenían un apartamento en verano a pesar de que ella quería conocer el mundo. A el nunca le había importado lo que a ella le gustaba así que decidió pasar de ella. Así que toda la culpa era de el.
Sintió los rayos de sol incidiendo en su cuello. El sol, algo que realmente le encantaba.
-Aún me tienes que enseñar tu sitio favorito. Yo ya lo he hecho.-Dijo Marcos. Marina abrió los ojos y se dio cuenta de que estaban parados, en un semáforo en rojo y de que su compañero la observaba.
-Te prometo que te lo enseñaré un día de estos, pero está en Alicante, no sé como lo vamos a hacer.
Marcos se mordió el labio como de costumbre.
-Podríamos organizar una excursión con Miguel y con Crsitina.
Marino lo pensó. En verdad la idea era bastante buena.
-Si quieres, incluso podemos pedir permiso a los padres de Andrea para que venga con nosotros.
Abrió los ojos y sonrió.
-Pero sus padres no nos conocen.-Dijo inmediatamente, desilusionándose un poco.
-Pues los conoceremos.-Marcos sonrió y la miró, el si tenía ilusión.
La idea era tentadora, solo había que conocer a sus padres, pedirles permiso, comunicárselo a Cristina y a Miguel y organizar el viaje. Tampoco era nada del otro mundo.
-Pues decidido, viaje a Alicante y allí te demostraré que tengo un lugar preferido donde sentirme libre.
-Me parece genial. Oye ¿me indicas el camino a tu casa?-Preguntó.
-Si, perdona, solo tienes que girar esa calle y ya está.
El coche giró y paro frente a la casa que le dijo.
-Pedazo de casa, yo siempre he querido tener jardín.-Comentó.
-Pues cuando quieras te pasas.-Le invitó.
-Gracias por tu invitación.-Agradeció con una sonrisa en el rostro.-¿Nos vemos mañana?
-Por la mañana, allí estaré con mi camiseta de la cruz roja.
Rió, y  Marina cerró la puerta del coche. Tocó al timbre aunque no hizo falta pues localizó a su madre regando las plantas.
-¿Mamá hoy no trabajas?
-Día libre.-Dijo quitándose el sudor de la frente con la muñeca.
Abrió la puerta y marcos se despidió bajando la ventanilla.
-Mamá el es Marcos, un compañero de la cruz roja. Marcos ella es mi madre.
Se quitó el gorro que tenía y lo saludó con la mano envuelta en un guante de latex.
-Encantada señora.
-Lo mismo digo.
-Hasta mañana.-Gritó Marcos antes de salir corriendo con el coche.
Su madre la miró de reojo con una sonrisa pícara.
-Es mono.-Contestó al fin mientras se volvía a poner el gorro y entraba de nuevo al jardín.
-Mamá...
-¿Entras o no?







jueves, 21 de junio de 2012

Buscando maneras de sobrevivir.

Cuando las puertas del hospital se abrieron un sentimiento de impotencia recorrió el estómago de Marina. Recordó lo que le había contado Marcos sobre su hermano y sobre su enfermedad y sintió como sus manos se tensaban. Imaginó una montaña de arena escapándose entre los dedos de sus manos.
No podía hacer nada, ya era ta
rde.
Entró, decidida a combatir contra todo gigante enfermizo que interrumpiese su camino.
En la entrada, Helena, la nueva recepcionista joven. Aparentaba unos veintidós años, se dijo.
-Hola, ¿en que puedo ayudarles?
Marina no se percató de que hablaba y siguió caminando, hasta que Marcos rodeó su brazo derecho con su mano y le hizo una señal para que esperase.
-Vamos a la última planta, habitación 406.
-Espere que lo compruebo, un segundo por favor.
La observó detenidamente. Ojos negros, cabello negro y rizado, piel morena. Bastante guapa, pensó.
-Es la habitación de Andrea Martínez según dice aquí, ¿es esa la persona a la que queréis visitar?
Marina asintió.
-Si.-Respondió Marcos.
-Genial.-Dijo la recepcionista con una sonrisa.
Pasearon por los pasillos hasta llegar a la habitación donde vieron a Andrea, sentada en el alfeizar de la ventana como siempre.
Andrea giró su rostro cuando Marina golpeó la puerta.
Un sonrisa apareció en ella.
-¡Hola!-Gritó dejando el libro en un sillón que había junto al ventanal.
-Andrea, venimos a verte, ¿qué tal te encuentras?
Andrea se tiró a sus brazos.
-Deseaba verte.
-Veros.-Corrigió Marcos.-Deseaba veros, yo también vengo.
Andrea miró con cara extrañada a Marina. Marina torció el labio y después sonrió.
-Él es uno de los nuevos voluntarios en el grupo. Se llama Marcos.
-Encantado.-Marcos le tendió la mano.-A tu servicio.
Andrea rió y volvió a su rincón.
Marcos se sentó en uno de los sillones que había para invitados. Marina, en cambio, paseó por toda la habitación. 
-¿Que tal te encuentras?-Preguntó mientras se fijaba en una bola de cristal que había en una estantería encima de la camilla.
-Estupendamente.-Sonrió con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. Su pelo moreno disminuía cada vez más, apenas le quedaba. Sus ojos azules querían llorar y estaban en desacuerdo con su sonrisa.-Hoy he desayunado y todavía tengo hambre. Creo que el tratamiento funciona, es decir, dicen que con la quimioterapia sientes nauseas y yo no he tenido.
Marina abrió los ojos de par en par, estaba contenta.
-Genial, eso es buen síntoma ¿verdad Marcos?
Marcos se quedó pensativo, con la mirada fija en la nada.
-Si, claro.-Dijo en  un tono no muy convencido que a Marina le hizo dudar.
Andrea se incorporó y paseó por la habitación junto a ella.
-Te he traído otro libro.-Dijo al fin mientras se acercaba a su bolso.-Esta es mi novela favorita, 

martes, 19 de junio de 2012

En la vida hay cosas sencillas y cosas complicadas.

Paseaban por una de las calles principales. Marina siguiendo a Marcos, Marcos conduciendo a Marina.
-¿A dónde vamos?
-Ya te he dicho que es una sorpresa.
Marina, que llevaba puesto unos pantalones cortos color rosa, una camiseta con la bandera británica pintada y unas sandalias, andaba lo más rápido que podía.
Al fin, llegaron a una parada de autobús donde vio que Marcos paraba.
Se extrañó y después volvió a caminar hacia uno de los autobuses que acababan de parar.
-Dos.-Aclaró Marcos al pagar.
Se sentaron en uno de los asientos por parejas que había al final del autobús.
-¿A dónde nos lleva?
-Para de hacer preguntas y confía en mi.
Marina giró su cabeza y miró tras la ventana. En ese momento pasaban por un parque , niños y niñas jugaban. Madres sentadas comían pipas formando un corro.
Estaba sentada junto Marcos. Apoyó su cabeza en el respaldo.
-Oye, siento mucho lo que he dicho antes. Debería haber callado.
-Calla.
El silencio reinó en su pequeño espacio.
-¿Quieres saber a dónde vamos?
Se volvió a girar y esta vez apoyó su espalda en la ventana grande del autobús.
Asintió con la cabeza.
-Quiero enseñarte mi sitio favorito.
Abrió los ojos de par en par. Marcos esperaba una respuesta.
-¿Y cuál es?
El autobús paró. Al salir, Marina observó que aquello era una carretera. Los coches pasaban y al lado había una señal, parada de autobús. Al otro lado, Marina se dio cuenta de que había un bosque.
Marcos la cogió de la mano y miró a un lado y a otro de la autovía. Al ver que no pasaba ningún coche corrieron al otro lado.
Marcos la ayudó a bajar por una cuesta arenosa.
Bajaron hasta un descampado que había. Al rededor una valla lo separaba de una antigua fábrica.
Un pequeño río pasaba alrededor de unos pinos que había en el extremos del descampado. Por otro lado, mesas de roca con barbacoas de piedras estaban situados de forma salteada.
Marina cerró los ojos, le encantaba lo que estaba viendo. El ambiente natural, el olor a hierva mojada, el sonido del riachuelo corriendo alrededor de los árboles y los pájaros.
Sonrió.
-¿Este es tu lugar favorito?
-No, ven.
La volvió a coger de la mano y siguieron el curso del río.
Cuando Marcos se paró el sonido del agua cayendo se hizo mas fuerte. Marina no se podía creer lo que estaba viendo. Había estado miles de veces en aquel campo de cumpleaños o de barbacoa con su familia, pero jamás imaginó lo que podía llegar a encontrarse en aquel lugar.
Marcos se sentó en una piedra grande que había bajo un árbol.
Marina se quedó parada, con la boca abierta.
-¡Es precioso!
La cascada bajaba por una gran roca. El agua que chocaba salpicaba.
-¿Cómo...?
-¿Cómo lo he encontrado?
Marina se sentó junto a Marcos. Notaba como el agua salpicaba en sus rostros.
-Mi hermano solía traerme a este lugar.Aquí fue donde me dio la noticia.
Marina vio dolor en los ojos azules de Marcos.
-No hace falta que me lo cuentes si no quieres.-Respondió.
-No, quiero que lo sepas. A mi hermano le detectaron el cáncer con veinte años, tan solo duró cinco meses.
Le cogió la mano y la apretó con todas las fuerzas que Marina podía proporcionarle.
-Lo único que quería hacer antes de morir era venir aquí conmigo. El día que murió mi padre no me dejó verlo. Me hubiese gustado despedirme de él. La única noticia que tuve de él fue en la habitación de mi hermano. Yo tenía trece años.- Las lágrimas no cedieron a la fuerza de Marcos y se deslizaban por los pómulos de este.-Mi madre me dijo que antes de morir, Daniel gritó mi nombre.
-¿Por qué tu padre no te dejó verlo?.-Marina, que cada vez estaba más cerca de Marcos, le apretaba aún más la mano de su ya amigo.
-No se, él nunca estuvo cerca de nosotros. Mi madre le defendió diciendo que no quería que yo sufriese. Nunca se lo perdoné, al igual que no le perdoné que le fuese infiel a mi madre.
-Vaya, yo, lo siento.
-Lo sé. Tan solo quería que supieses por qué este es mi lugar favorito. Porque aquí es donde me gustaría venir con la persona a la que amaré, donde me gustará traer a mis hijos, si tengo, o donde me gustaría venir solo. Sobretodo es el último lugar que me gustaría pisar antes de morir.
Marina se apoyó en el hombre de Marcos. Este le acarició la frente con delicadeza.
-¿Cuál es tu lugar favorito?.-Le susurró el el oído.
-No lo se, nunca me he parado a pensar en eso, pero el lugar donde mejor me siento es un lugar apartado que hay en la playa donde David tenía su piso.
Allí iba siempre,sola. Me sentaba en una roca lisa y contemplaba todo el mar. Sentía como si viviendo allí los problemas no importasen.
Marcos asintió. Marina seguía apoyada en su hombro.
-David era mi novio.-Aclaró.-Me encantaría bañarme aquí.
-Puedes hacerlo. Hace mucha calor.
-Lo sé, pero prefiero ir al hospital y venir otro día.
-Puedo traerte otro día.
-Si, por favor.
Marina alzó su rostro y se encontró con el de su compañero a tan solo unos poco centímetros del suyo.
Sintió como su corazón dejaba de latir y como, por primera vez, la respiración le faltaba.
-¿Cuántas veces te he dicho que me encantan tus ojos?-Susurró Marcos.
Sintió su aliento mentado en sus labios y quiso abrirlos. Pero no pudo.







En la vida hay cosas simples y cosas complicadas.

La entrada del café Margó en el centro de la ciudad lo decía todo de él. Paredes pintadas de beige con jardineras sujetadas en los ventanales bajos. Una cafetería pija a la cual nunca creyó que Marcos la llevaría.
El sol centelleaba en las mesas de metal que rodeaban el establecimiento.
Al entrar el olor a café golpeó en las fosas nasales de Marina. Dentro no había mucho espacio pero consiguieron coger sitio en un rincón apartado junto a uno de los cuatro ventanales que decoraban los viejos y elegantes muros.
Marcos no dejaba de mirar a Marina, y de vez en cuando la cogía de la cintura para acompañarla. Este fue uno de esos momentos, le apartó la silla para que se sentase. Marina se lo agradeció con una sonrisa en el rostro.
-Creí que iríamos a otro sitio.-Admitió.
-Bueno, supongo que quería sorprenderte un poco.¿Lo he logrado?
Marina torció la nariz.
-Lo siento, no del todo.
-Que pena, habrá que quedar otra vez.
 Rieron y sus miradas se encontraron. Pero para cuando ya había pasado un tiempo largo el camarero interrumpió y estaba situado en frente de la mesa, libreta y bolígrafo en mano.
-Buenos días, soy Lucas, ¿ que desean toma?
Marina frunció las cejas.
-Yo tomaré un café con leche, corto de café, y una tostada de mantequilla.-Dijo Marcos.
El camarero asintió.
-¿Y la señorita que desea tomar?
Marina se aclaró la garganta.
-Si claro, yo tomaré un zumo de naranja natural y media de aceite solo.
El camarero se marchó. Marina estaba sorprendida.
-¿Es necesario que el camarero diga su nombre?
-Es un bar pijo, mientras más cosas extrañas haya mejor.
Hizo un gesto de duda con la boca. Marcos le seguía mirando.
-¿Jugamos a un juego?-Preguntó Marcos.
-Por supuesto, explica.
-Haber, consiste en averiguar si es verdad o mentira lo que dice la otra persona. Por ejemplo, si yo digo una frase sobre ti y es mentira entonces te tocaría seguir a ti diciendo una frase sobre mi vida. En el caso de que sea verdad, sigue hablando el que lleva el turno.
-¿Y quién gana?
-Quien más frases verdaderas diga.
-Y si pierdes,¿que ocurre?
-Castigo, ya lo pensará el que haya ganado.
Marina sonrió. Sus ojos brillaron junto al sol.
-Me parece justo, empecemos pues.-Dijo dando paso con la mano.
-Bien, haber,-Marcos la miró de arriba a abajo.-Vives en una casa grande, eso está claro, tienes una hermana y...¡un perro!
-Casi,casi. Es verdad, vivo en una casa grande, pero no tengo perro y tampoco hermana.
Marcos dibujó unos ojos extrañados en su rostro.
-Que no tengas perro vale, ¿pero hermanos? seguro que tienes que tener.
-Y no te equivocas, tengo un hermano, no hermana.¡Me toca!-Exclamó con entusiasmo.
-Mmmm,-Marina hizo el mismo procedimiento que Marcos, lo observó de pies a cabeza-veamos, no tienes novia ni estás prometido o algo por el estilo, tampoco tienes hermanos y vives solo. Quizá en un piso, sí, en un piso. No eres de aquí, seguramente serás de algún pueblo de por aquí cerca y tienes un gato.
Marcos puso cara de asombro.
-Vaya, lo has acertado todo, ¿cómo sabías que no tenía novia?
-Si la tuvieses no estarías desayunando conmigo en una cafetería situada en el centro de la ciudad. Además, está claro que tu vives por aquí.
Rió.
-Chica observadora. Sigue.
-Creo que tenías hermanos, quizá hayan muerto o quizá no te hablas con ellos por una pelea.
El rostro de Marcos se tensó.
-Murió.-Inquirió.-¿Cómo lo has sabido?
-Antes,mientras mandabas un mensaje con tu móvil me he fijado en el fondo de pantalla. He visto un chico, de tu edad más o menos y un niño con unos trece años. He supuesto que tenías hermano pero me ha resultado extraño que te pusieses esa imagen de fondo de pantalla en un móvil dónde siempre estás mirando. He creído que quizá estaba lejos, de viaje, pero que lo echabas de menos era cierto. Así que...
-Para, por favor.
Marina apartó el rostro de la esquina de la mesa donde estaba mirando mientras hablaba. Fijó su mirada en su compañero. Una lágrima inundaba una parte pequeña de su ojo izquierdo.
-Yo,lo siento, no quería...
-No, no importa. Es algo que tengo que aprender a superar pero que no lo hago. Siento haberte respondido así. Muy bien Sherlock,eres toda una profesional.
-Yo...-paró-creo que te toca a ti.
-¿Por qué? Si lo has acertado todo.
-No me apetece seguir, tu turno.
Suspiró.
-Está bien,tu tienes novio y la verdad si lo tienes no se que haces aquí.
-¿Cómo?
-Nada es solo que creo que tienes novio y en el caso de que esté en lo cierto no creo que debamos seguir juntos, solos, aquí.
-Si estoy contigo será porque no lo tengo.
Marcos torció la nariz.
-Pues es verdad. Perdona, mis capacidades detectivescas no te llegan ni a la suela de los zapatos.
Marina sonrió.
-Tenías, ¿verdad?
Asintió.
-¿Lo dejaste?
-Me dejó. Por mensaje.
-Sera gili...
-¡Ya!, lo sé.Pero no importa, eramos totalmente distintos. Además, creo que le molestaba todo lo que hacía.
Marcos se extrañó.
-¿Lo que hacías?
-Si, la animación hospitalaria y todo esto del voluntariado.
El camarero llegó, con todo en la bandeja y lo colocó delante de ellos.
-¡Que aproveche!-Exclamó mientras se marchaba.
-Gracias.-Contestaron al unísono.
Se limitaron a comer. Marina empezó bebiendo la mitad de su zumo de naranja. Marcos, por el contrario, empezó por la tostada.
-¿Le molestaba que ayudases a los niños?-Preguntó mientras se limpiaba la boca con una servilleta.
-Creo que sí, en fin, él es extraño, es...
-¿Un niño de papá?
-Si.-Admitió al fin.
-Te mereces algo mejor que un pijo con el pelo a lo Justin. 
Marina rió mientras se terminaba lo que quedaba de zumo.
-¿Qué hora es?-Preguntó Marcos.
-Son, las 10, vaya es temprano.
-Es que hemos quedado temprano, oye ¿tienes tiempo para hacer una última parada antes de visitar a Andrea?
Marina miró su reloj.
-Claro, ¿dónde quieres ir?
-Es una sorpresa.-Dijo con una sonrisa en el rostro.

 

domingo, 10 de junio de 2012

Un día duro al final esconde una sorpresa.

La habitación estaba oscura. Tan solo una tenue luz procedente de la lámpara situada en su mesilla de noche emergía sobre la pared formando una semiesfera anaranjada.
Con el ordenador portátil entre sus piernas, sentada en su cama y una música de fondo, Marina intentaba olvidar.
No quería estar en el mundo, por un momento quiso vivir dentro de uno de los libros que tanto le gustaban.
Cerró los ojos y solo pudo ver dolor, dolor y más dolor. Por un lado estaba David que se había ido despidiéndose por un mísero e-mail, por otro, Andrea que se estaba muriendo y ella no podía hacer nada.
Cogió la almohada y la apretó fuerte contra su pecho intentando que el fuego que sentía en su interior desapareciese, pero no hubo suerte. La apretó aún más pero lo único que consiguió fue notar sus delgados brazos abrazándose ya al pecho.
La tiró lejos y cerró los ojos. No quería saber nada del mundo por unos minutos, tan solo quería descansar.
Por un momento no quería sentir lágrimas cayendo por sus mejillas, ni nudos en el estómago y menos aún rabia. No quería sentir nada. Deseaba poder ser neutra en ese momento.
Pero como siempre, eso era imposible.
Un sonido estalló en la puerta. Abrió los ojos y pudo encontrase con la figura de su madre apoyada en el umbral de la puerta.
Su pelo rojizo caía sobre sus hombros y sus ojos azules la miraban con atención.
Marina la observó de arriba abajo. Estaba segura de que acababa de llegar de trabajar, todavía llevaba puesta la falda negra de empresaria con la camisa totalmente blanca remetida por dentro. Los tacones negros la hacían más alta de lo que en realidad era.
Sonrió y se acercó hasta ella.
-¿Acabas de llegar?-Preguntó Marina sin más.
Su madre asintió y se sentó en la cama. Marina le dejó un hueco deslizando los pies.
-Trabajar en la radio es duro aunque no lo parezca.
-Ya me he dado cuenta, llevo sin verte desde ayer al mediodía.-Dijo en tono despectivo.
-Cariño, lo siento, menos mal que la semana que viene me dan ya las vacaciones.-Esther suspiró aliviada echándose hacia atrás.
Marina la contempló, su madre era muy atractiva y además joven y nuca se había parado a pensar en ello.
Sus ojos eran almendrados y grandes y un color rosado coloreaba la parte baja de ellos, signo de una mujer trabajadora en toda regla.  Sus labios, carnosos y rojizos eran sensuales, tenía un buen cuerpo, delgada y piel clara. Se enorgulleció de ella.
-¿Qué miras tanto?-Advirtió.
-No, es solo que me he dado cuenta que tienes un tatuaje en el tobillo derecho.
Su madre se incorporó y lo miró con detenimiento.
-Si, fue una de mis locuras adolescentes. Es una frase de una de mis canciones favoritas. I need love.-Pronunció en su perfecto inglés hablado de periodista.
-¿Los Beatles? ¿Te gustan los Beatles? Vaya, creo que no se nada de ti.
Esther sonrió enseñándole su perfecta fila de dientes blancos.
-Me voy a la cama que es tarde.-Miró su reloj.-Son...las 1 de la mañana.-Sonó entusiasmada al decir la hora.-Necesito descansar y ponerme algo fresquito que me aso con esto.-Tocó su falda de empresaria que le llegaba un poco más arriba de las rodillas.-Creo que tu deberías hacer lo mismo.
-Si, tienes razón, mañana iré al hospital y me gustaría ir temprano.
-¡Es verdad! El hospital, se me olvidaba.-Esther hizo una mueca con la nariz,se le había olvidado por completo que su hija hacia de voluntaria allí.-¿Te apetece hablar de ello ahora?
Marina negó con la cabeza. En parte entendía que se le hubiese olvidado, su madre tenía demasiada cosas en la cabeza como por ejemplo dirigir un programa de radio todo los días.
-Mejor-hizo un chasquido con los dedos-porque no sabes el sueño que tengo, no es por nada pero me hubiese quedado dormida.
-Bueno, aquí hay espacio suficiente para las dos.-Marina señaló la cama de matrimonio donde estaba acostada.
-Buenas noches cielo, te quiero.
Se despidió y cerró la puerta lentamente. La habitación se quedó completamente en silencio hasta que un tono musical lo rompió.
Era un número que no conocía pero aún así lo cogió.
-¿Diga?
-¿Marina?-Preguntó una voz conocida al otro lado de su móvil.
Marina lo apartó de su oreja y volvió a mirar el número,no le sonaba.
-¿Quién eres?
-Soy yo, Marcos. Supongo que no conocerás mi número y de ahí a que no me reconocieses. Solo quería saber como estabas después de...bueno,ya sabes el qué.-Por teléfono su voz sonaba distinta pero seguía siendo dulce y placentera.
-Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo sabes mi número?
-Oh, se lo pedí a Cris, espero que no te importe.
-No, no,no tranquilo, es solo que no recordaba habértelo dado. Ahora mismo lo guardo en la agenda.
-Mañana no tenemos que ir, ¿verdad?
-No mañana les toca a otros. Pero yo aún así iré.
-Mmm...-Sonó interesado.-Quizá, si te apetece y quieres-recalcó la palabra quieres-puedo acompañarte. Me gustaría conocer a la chica esa, Andrea ¿no?
El nudo que había albergado durante toda la conversación en el estómago desapareció y dio paso a un sentimiento extraño que solo recordaba haberlo tenido las primeras veces que había hablado con David.
-Claro, me parece una idea fantástica, ya verás lo bien que te cae.-Se lo pensó dos veces antes de decirlo, sabía que era mentira, que Andrea lo miraría y pasaría de él, pero no quería que se echase atrás. Quería estar con él.
-Genial, pues como el horario de visitas es de diez y media a una y media si te parece podemos quedar-hizo una pausa, al otro lado del teléfono Marina creyó que estaba haciendo cuentas-a las nueve y media, si te parece bien; claro, y desayunar en alguna cafetería. Yo invito.
-Me da vergüenza...
-No seas tonta.-Le interrumpió.-Mañana a las 9 y media en...cruz roja, ¿te pilla lejos? Si quieres voy a recogerte a tu casa...bueno lo que tu quieras.
Marina rió.
-No ,tranquilo, en cruz roja me viene bastante bien, vivo casi al lado.
-Pues no se hable más que ya es tarde, mañana a las 9 y media. Buenas noches, que duermas bien.
-Igualmente.
Un sonido sonó al otro lado. Marcos ya había cortado.
Marina se sintió avergonzada pero sonrió. ¿Aquello era una cita?
Negó con la cabeza, no era ninguna cita, iban a visitar a Andrea que era la importante.
Pero no podía dejar de pensar en esos ojos azules con toques verdes que la volvían loca.
 Quiso recostarse sobre la almohada pero cayó en la cuenta de que la había lanzado al aire en uno de sus ataques de ira minutos atrás. Así que en su lugar cogió uno de los cojines blandos que había sobre su cama. Se recostó y cerró los ojos.
La imagen de Marcos no se le iba de la cabeza.





jueves, 7 de junio de 2012

Parte 2. Hasta que encuentres el lado malo.

Había una aire fúnebre en todos aquellos pasillos que constituían la planta 7. Marina no siempre había pensado que todo lo peor se hallaba allí. También cría que pequeños toques de esperanza moraban en los corazones de aquellas personas que estaban rozando el cielo.
Caminó por el pasillo principal pero no hizo falta preguntar, aquella amiga a la que estaba buscando permanecía sentada en el alfeizar de la ventana como siempre, leyendo.
Marcos le sujetó el hombro y dibujando una sonrisa en su rostro asintió con la cabeza. Él la esperaba fuera.
Entró. Un nudo en el estómago le impedía seguir caminado, pero no había nada que venciese a las fuerzas de una chica que no pensaba dejar morir a una niña de catorce años sola.
Andrea alzó su rostro por encima del libro. Al ver una cara conocida sonrió aunque inmediatamente después hizo como si nada, su postura de ''paso de todo'' resurgió de su interior.
Marina se acercó hasta hacer que su amiga dejase el libro en su regazo y le atendiese.
-Hola.-Su voz era agradable y notó como Andrea descansaba su cuerpo tensado.
-¿Qué haces aquí?
-Me acabo de enterar.-Le cogió la mano con suavidad. Sentía como las lágrimas deseaban caer por sus mejillas. Pero lo impidió. Ella tenía el control sobre su cuerpo.
-La leucemia no es como un resfriado. Sabía que tarde o temprano acabaría visitando esta planta.
-No digas eso. Mientras hay vida ha esperanza.
Andrea resopló y dirigió su mirada a la ventana.
-Desde aquí puedo ver como las personas destrozan sus vidas por simples tonterías como la avaricia. Se creen que todos los problemas que tienen un día de estos le harán morir. Si tan solo entendiesen, girasen sus malditas cabezas y las alzasen entenderían que aquí dentro hay personas que lo pasan peor que ellos.-Hizo una pausa para secarse las lágrimas.-¿Sabes? Cuando me dijeron que tenía leucemia y que la habían cogido avanzada odie cada minuto que había desperdiciado en mi vida. Me odie a mi misma. Y luego recapacité y me di cuanta de que cada segundo que pasaba perdía vida. Caía y creaba mi propia tumba.
La lágrimas ahora caían por todos sus pómulos y llegaban hasta su barbilla.
Marina no se dio cuenta de que ella también lloraba hasta que se mordió el labio y noto un sabor salado.
La abrazó, no sabía que decir. Todavía estaba en su primer año de enfermería. Sabía como curar una herida, había hecho un curso de como tratar a niños enfermos pero no entendía por qué se sentía tan impotente ante aquella situación. Se sentía inútil y recordó que en su carrera había personas valientes pero no inútiles.
-Andrea si pudiese hacer algo... Se que no te puedo decir que te vas a salvar y que vas a ser capaz de vencer a la enfermedad. Pero si que al cáncer no solo se le vence salvándose y viviendo. Otra de las maneras es disfrutando cada momento. Como si mañana fuese el último día. La esperanza no es solo la fe de que en un futuro estarás viva  La esperanza es vivir cada día disfrutándolo y amando sabiendo que cualquier momento puede ser el último pero si saber cuál será.
Andrea la abrazó con más fuerzas. Notaba sus lágrimas mojadas en la nuca.
Al otro lado del umbral de la puerta vio a Marcos que la miraba concentrado.
-Necesito que me traigas otro libro. Ya me he acabado este.
Marina le secó las lágrimas y sonrió.
-Claro que si tonta, tengo muchos libros en mi casa. Mañana te traeré uno que seguramente te gustará.
-Confío en ti.
Sonrieron.
-Gracias.
-Tu amiga no necesita que le des las gracias.



martes, 5 de junio de 2012

Hastas que encuentras el lado malo.

-Deberías irte a casa y descansar.
-Deja de decirme eso, quiero saber dónde está Andrea.
Marcos se acercó tanto hasta sentarse al lado de donde los pies de Marina reposaban. Acercó su rostro hasta el suyo y le acarició el rostro. Marina sintió una cosquillas que subían por su pecho. Contuvo la respiración. No podía apartar la vista de su perfecto rostro.
-Escucha, come algo e iremos a buscarla.
-No tengo nada de comer, pensaba comprarme un sandwich en la cafetería.
Escondió la mano en su bolsillo de donde sacó una barrita de cereales.
-Toma, con esto te sentirás mejor.-Contestó.
-Es tuya...
-No importa.-Le interrumpió.-No me la iba a comer de todas maneras, suelo salir con una de ellas en el bolsillo por si acaso. Hoy ha servido.
Marina abrió la barrita y pegó un mordisco. Estaba realmente rica.
Marcos, mientras, la observaba.
-Me encanta tu nombre.
Al oír eso casi se atraganta, le encantaban sus ojos, la forma de ellos y su color, ahora también su nombre. Estaba empezando a pensar que le encantaba todo de ella.
-Gracias.Marcos tampoco está mal.
Rió.
-No, es un nombre y punto. Pero Marina... Es precioso.
Se sonrojó y lo disimuló mirando a otro lado.
-¿Qué estudias?.-Marina cambió de tema.
-Medicina, ¿tú?
-Enfermería.
El silencio reinó. Marina se incorporó y volvió a sentirse mareada pero esta vez pudo evitar caer en los brazos de Marcos.
-Creo que sería mejor ir a buscarla. Ya no estoy mareada.-Mintió.
Marcos también se incorporó y la cogió de la mano para ayudarla.
Se puso sobre sus pies y caminaron hasta entrar en el hospital.
Se apoyó en el mostrador de la recepción esperando a que la recepcionista notase su presencia.
-Hola cariño, ¿en qué te puedo ayudar?-Preguntó Marga con su tono cariñoso de siempre.
-Marga necesitaría que me dijeses donde se encuentra una chica, hoy no la he visto y estoy preocupada.
Aquella mujer de mediana edad con ojeras que iban desde el inferior de su ojos hasta sus extremos sonrió con una mueca cansada.
-Por supuesto, para eso estoy yo aquí.-Comenzó a teclear en su ordenador.-Y dime cielo, ¿cómo se llama?
-Andrea, los apellidos no me los sé pero está en la planta tercera.
Volvió a teclear y cuando Marina vio que la mirada de la recepcionista se centraba en la pantalla enarcando los ojos supo que ahí estaba la respuesta a su pregunta. Vio como la mujer negaba y se preocupó.
-Me temo que ya no está en la tercera planta.
Sintió como todo el edificio se echaba encima de ella. No podía respirar, los latidos de su corazón se podían oír a kilómetros.
Notó la mano de su compañero agarrándola con fuerza. Pero en aquel momento no había nada ni nadie que la pudiera consolar.
-¿Qué?
-Lo siento, para verla tendrás que subir a la séptima planta.
Los ojos de Marcos se abrieron de par en par.
-Oh, Dios mío.
-¿Cuántos años tiene?-Preguntó Marga.
Le fue imposible responder, estaba en estado de ''shock''. Las lágrimas caían por sus mejillas. Todo el mundo sabía lo que había en la séptima planta. Muerte, miedo, aveces esperanza, pero muy pocas veces.
Se dirigió hacia el ascensor que estaba abierto dejando con la palabra en la boca a Marga.
Marcos la acompañaba.
Pulsó el botón 7 con los dedos mojados.
-¿Seguro que quieres subir allí?-Le susurró Marcos en el oído.
Asintió. Las palabras no salían de su boca.




-Va a ser duro.
Se mordió el labio inferior con tanta fuerza que casi pudo saborear un toque de sangre y lamentó no haberse traído otro libro más de Sherlock Holmes.



lunes, 28 de mayo de 2012

La preocupación no llega hasta que hay pruebas.

El móvil sonó en el bolso de Marina. Cristina se giró para cogerlo ya que Marina no podía porque estaba conduciendo.
-¿Quién es?-Preguntó aun sabiendo de quién se trataba.
-David. ¿Le cuelgo? Así se entera de que no quieres hablar con él.
Una sonrisa apareció en el rostro alegre de Cristina. Se mordió el labio. Disfrutaba con esa idea.
-No, deja que suene.
Cristina prefirió no preguntar por qué, sabía lo que era sufrir por todo aquello.
-¿Me vas a contar que te hizo ese capullo?-Soltó Marina mientras seguía con la mirada clavada en la carretera.
Sus nuevos compañeros le seguía detrás.
-Fue en una fiesta.-Cristina paró y cerró los ojos, odiaba recordar esos momentos, se le notaba en la voz. Pero en seguida se recuperó.-Sus ''amigas'' se rieron de mi al verme y su ''amigos'' igual. Él no podía ser menos así que hizo lo mismo. Les dijo que no me conocía y que era otra pobre más que se había colado en la fiesta con dos amigos.Salí corriendo y una ''pija'' me tiró toda la sangría encima. Estábamos en el patio, tropecé y caí a la piscina. Todavía puedo recordar sus risas,sobre todo la de Javi. Nunca le perdonaré.
-¡Será cretino!
Marina aparcó el coche en la entrada del hospital. Se colocó la camiseta que se había subido al estar sentada y apagó el motor. Pudo notar como una lágrima caía por el rostro pálido de su amiga.
-¡Eh! Rubia, no llores, ese tío es un imbécil. No se merece ni que llores por él.
Cristina sonrió y asintió.
Salió del coche y en seguida se reunió con todos sus compañeros. Vio a Marcos que le esperaba con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Te he dicho que me gustan mucho tus ojos?
Marina se sonrojó.
-Es verdad, tienes unos ojos verdes preciosos.
-¿Te he dicho que tus comentarios resulta muy ''pelotas''?
Rió. Su sonrisa era perfecta, sus dientes lo eran, su piel morena también.
Entraron juntos al hospital. Miguel y Cristina les esperaban dentro.
Al entrar se tropezó con uno de los escalones que había en la acera.
Sintió el brazo de Marcos alrededor de su cintura. Podía sentir el calor de sus manos sujetándola. Incorporó su rostros y se encontró con el de su compañero frente al suyo.Su sonrisa volvió a aparecer. Su ojos azules con toques verdes brillaban. No podía apartar la mirada de aquel ser perfecto.
-Cuidado,que te caes.
Le acarició el su pelo castaño mientras la incorporaba.
-Gracias.

Al entrar en la sala dirigió su mirada a la ventana donde había estado los días anteriores. Pero aquella vez no había nadie. Un nudo apareció en su garganta. Se tranquilizó a si misma y pasó la mirada por toda la habitación. Ahora el nudo estaba en el estómago.
-¿Qué tal chicos? Hoy jugaremos a las películas.-Informó Cristina. Todos los niños permanecían sentados escuchando con atención a su compañera.
Se colocó junto a Marcos que estaba apoyado en el la pared.
Tragó saliva. Los nervios le estaban matando.
-¿Te encuentras bien?-Preguntó Miguel que se acercaba a ella en silencio.
Marcos posó su mirada en ella.
-¿Necesitas tomar el aire?-Preguntó en tono preocupado.
-Solo es un mareo.Se me pasará.
-¿Seguro que te encuentras bien?
Asintió.
Pero no era suficiente. Sintió como la habitación se echaba sobre ella.
No le dio tiempo a caer. En seguida se incorporó apoyándose sobre el hombro de Marcos.
-Vamos fuera.

Al salir a la calle sintió el aire que golpeaba su cara. Se sentó en uno de los bancos que rodeaban el hospital a la salida. Marcos colocó su mano en la frente de Marina.
-¿Has desayunado?
-No.
-Debería haberlo hecho.
-No creo que haya sido eso. Andrea no estaba ahí dentro.
-¿Andrea?
-Si, es una chica con cáncer. Y no estaba ahí dentro. Temo que le haya sucedido algo.
Resopló.
-Tranquila, vamos y lo vemos. Pero antes, recupérate.


jueves, 17 de mayo de 2012

Cada dolor te hace más fuerte

Las lágrimas que caían por su rostro le impedían ver lo que había en la pantalla. Layó con detenimiento, sin saltarse ni una sola coma. No se lo creía.

Marina, sabes que yo te quiero pero creo que tu has cambiado y ahora ya no estamos hechos el uno para el otro. Creo que lo mejor será darnos un tiempo, pensar en lo nuestro y sobre todo buscarnos a nosotros mismos. Tú con tus niños del hospital. Espero que te siga sirviendo de ayuda como hasta ahora y sobretodo que comprendas este mensaje. Espero que el día de mañana puedas llegar a ser una buena enfermera y como no voluntaria, pero lo más esencial es que no solo pienses en ti sino en los que hay en tu alrededor que te quieres y que en ocasiones sufren con tus decisiones ''espontáneas''. En cuanto a mi, viajaré a Inglaterra donde terminaré la carrera de Derecho. Ya he buscado una buena universidad e incluso me han aceptado.
A partir de este momento nuestros rumbos se separan, tu estás destinada a ir a esos países donde la gente necesita ayuda, yo en cambio necesito que mis ingresos suban. No me trates de egoísta, pero como he dicho antes, somos distintos.
Te quise, te quiero y te seguiré queriendo.
Con amor, David.


Cerró los ojos y se apoyó en el cabeceros de la cama. Las lágrimas brotaban de sus ojos. Le había llamado egoísta y había cortado con ella por mensaje. Le parecía patético y en ese momento pensó que había estado saliendo con un ser despreciable. Ni siquiera pudo pensar en su nombre.
Ya no lo quería y si antes tenía dudas, ahora estaba completamente segura de que no quería volver a verlo.
Quiso escribir y decirle lo patético que era haciéndole todo esto. Pero no pudo. Sus manos eran incapaces de teclear, se sentía impotente.
Cerró el portátil dejándolo en la cama. Se puso unos pantalones cortos vaqueros, una sandalias y una camiseta básica de manga corta y salió de allí.
Bajó las escaleras a toda prisa, lloraba y no quería que nadie la viese. Cuando descubrió que su casa estaba sola y no había nadie se incorporó y vio su reflejo en el espejo que había en la entrada. Su pelo castaño estaba despeinado, sus ojos rojos y las lágrimas aún permanecían en su rostro.
No quiso verse más. Se dijo a sí misma que estaba horrible, pero le daba igual.
Arrancó el mini rojo  que había aparcado en la puerta de su casa y condujo.
El sol centelleaba en los espejos delanteros y en la luna del coche.
Buscó sus gafas de sol, pero se las había olvidado en casa.

Cuando llegó, Cristina la estaba esperando. Salió y pudo notar los brazos de su compañera alrededor de su cuerpo.
Rompió a llorar.
-Ven, mejor vamos dentro.
Entraron dentro de la Cruz Roja, uno de las habitaciones apartadas que había para el voluntariado.
Se tiró en el sofá grande y viejo de color crema y volvió a llorar.
Cristina se sentó a su lado haciéndose un hueco en el sofá.
-Cuéntamelo
Negó con la cabeza.
-Te vendrá bien desahogarte, hazme caso.
Marina se incorporó. La mano de su compañera le acompañaba.
-David me ha dejado-fue todo lo que pudo decir. Tomó aire y siguió hablando.-Tengo ganas de decirle cuatro cosas, me ha dicho que soy una egoísta, que solo pienso en mí por querer ser voluntaria y que ya no estábamos hechos el uno para el otro.
-Lo siento.-Respondió Cristina. Le dio un abrazo pero Marina se apartó, quería seguir hablando.
-Es muy triste, me ha dejado por un mensaje.
-Él sí que es un egoísta. No te lo merecías.
No quiso decir nada, tenía razón.
-Se va a vivir a Inglaterra. Ni siquiera se ha despedido de mi.
Cristina sacó un pañuelo de su bolsillo y le secó las lágrimas.
-Dios mío, lo siento mucho, debo de estar horrible, llevo llorando todo el camino.
-No seas tonta.-Replicó.-Llorar es humano, todo lo hemos hecho. Y no por eso somos horribles.
-Pero que estés aquí consolándome, podrías estar en otro sitio haciendo cosas mejores.
Se mordió el labio inferior.
-Oye, tu eres mi amiga y las amigas se ayudan mutuamente. A parte, yo ya eh pasado por esto y estoy segura de que tu no. Yo te puedo ayudar.
-¿Qué te pasó?
Cristina calló.
-No creo que lo quieras saber.
-Si que quiero, por favor.
Tomó aire y también le tomó la mano a Marina.
-Él me dejó  porque no pertenecíamos a la misma clase social. él era rico y vivía en una mansión en la mejor calle de Granada. Yo, por el cambio vivía en un piso de tres habitaciones. Me humilló delante de todos su amigos pijos y además me puso los cuernos con una gran amiga de la familia.-Paró por un minuto.- Sufrí porque lo amaba, pero no era para mí.
-¡Qué imbécil!
-¿Sólo? Pero bueno, da igual. Dicen que el que siempre sonríe es el que mas ha sufrido ¿no?.-Sonrió y Marina rió. Le gustaba aquella frase.
-¿Cómo...? Nada, déjalo, es una tontería.
-Cómo qué, dímelo.
-No, solo quería saber como te humilló, pero supongo que está fuera de lugar esa pregunta.-Marina se avergonzó.
-Fue en una...
Un sonido en la puerta interrumpió a Cristina. Un chico alto de la misma edad que ella y moreno entró.
-¡Hey! Habíamos quedado aquí ¿no?
Marina no sabía que responder, se limitó a observar al chico que se acercaba. Sus ojos eran azules o más bien azules con un toque se color verde claro en los extremos del iris. Eran tan raro pero tan bonitos...
-Si.  Marina él es Marcos, Marcos ella es Marina. Es una de las nuevas voluntarias que ha entrado. Lleva pocos días.
Seguía desconcertada.
-Marina , él nos ayudará con el voluntariado en el hospital, ahora seremos cuatro en vez de dos. -Dijo mientras recogía su pelo rubio en una coleta. Se colocó bien la camiseta de tirantes que tenía subida apenas unos centímetros sobre los pantalones vaqueros cortos.
-Encantado.-Marcos le tendió la mano y le sonrió.
-Igualmente.-Contestó.
-¿Dónde está Miguel?
-Está en el ordenador buscando juegos para hacer con los niños del hospital.
Marina asintió sin saber de qué hablaban.
-Miguel es el cuarto voluntario que vendrá con nostras.
-¿Quién habla de mí?
Una figura robusta apreció detrás de la puerta. Se acercó. Era rubio, alto, seguramente jugador de baloncesto y sus ojos eran grises.
-Encantado, tu debes de ser Marina, Cristina nos habló mucho de ti.
-Lo mismo digo.

Salieron y Marina arrancó de nuevo su coche. Antes de que Cristina subiese y pasase a ser su copiloto ella cerró los ojos y pensó.
Cada dolor te hace más fuerte, se dijo. Y puso su coche en marcha.








sábado, 28 de abril de 2012

Un mar de dudas se aproxima.

Las metas son difíciles de conseguir, pero una vez que la tocas con tus dedos ¿por qué parar? ¿por qué no seguir? El miedo nos inunde en la más tenebrosa incertidumbre, nos asustamos, queremos volar pero nuestras alas no llegan a tocar el cielo. La oscuridad se hace más extensa y pronto nos ahogamos en nuestros propios recuerdos de lo que fue y no podrá seguir siendo. Queremos sentirnos fuertes, valientes y sin embargo no nos damos cuenta de que el miedo danza al rededor nuestra.

Marina quitó el tocadiscos donde canciones de los años sesenta circulaban emitiendo una melodía casi irresistible. No podía dejar de pensar en Andrea, toda una vida por delante y parecía que la vida no quería estar con ella. La esperanza no estaba de su lado, aunque es cierto lo que dicen, mientras hay vida hay esperanza.
Se sentó junto a David que la esperaba con los brazos abiertos en el sillón.
Como siempre, su melena rubia se alborotaba por el aire procedente de una ventana abierta.
-Me da tanta pena, es como si dieses un chasquido y toda tu vida se cayese por un precipicio.
-Cielo, la enfermedad es algo natural que convive con nosotros, sabes que al igual que esa chica miles como ella en todo el mundo están en la misma situación. Tan solo tienes que ser fuerte.
-Pero tu no lo entiendes, sé que hay miles como ella,si embargo yo solo conozco a una.
David hizo una mueca en señal de desconcierto,no sabía que más decir para consolar a su novia.
-Allí es diferente, todo gira en torno a la vida y a la importancia de ella. Niños niñas con una juventud por delante luchan por sobrevivir y disfrutar un poco el tiempo que les queda.
-Bueno, no solo se lucha ahí dentro, aquí, en el mundo también se lucha.No tienes que irte más lejos, yo mismo lucho.-Dio una carcajada y le acarició la mejilla.
-Porque tus ingresos suban ¿no?
No sabía que más decir, aquello le había dolido. Era verdad que en el mundo se luchaba dándolo todo, incluso la propia vida. Había gente que luchaba por un trozo de pan aunque fuese pasado y majado. Otros luchaban por la paz y por la igualdad de los derechos. Las personas como él solo luchaban por verse cada día mas poderosos delante del espejo, o al menos eso era lo que le acababa de demostrar.
Enfadada se incorporó, cogió su bolso que estaba colgado en el perchero de la habitación de David y salió. Cruzó la puerta principal de la casa de los Lara, una prestigiosa familia que se había dedicado siempre a la política.
Sin decir adiós se marchó creando un túnel de incertidumbre entre ella y David.
Pero no todo se había acabado, todavía no.

Oía a su padre gritar dos calles más atrás de done vivía. Sin duda España jugaba la Euro copa.  ¡Gol! pudo gritar cuando llegó al umbral de su puerta y oyó otro grito, esta vez de su hermano. No le dio tiempo a incrustar la llave en la cerradura, pues cuando las estaba sacando de su bolso la puerta se abrió y vio a su hermano detrás de ella con cara de felicidad.

-¿Qué haces aquí?-Preguntó.
-Jorge, vivo aquí.
Rió y abrió más la puerta para que pasase.El salón estaba repleto de almohadas tiradas al suelo y platos esparcidos por las mesas. Unos contenían palomitas, otros sandwiches, doritos y como no, en el centro de la mesa de cristal  que había delante del sofá, pizza.
-¿Mamá ha visto este desastre?-Fue lo único que pudo decir al ver todo el desorden que había.
-Mamá no está, se ha tenido que quedar en la radio, trabajará hasta tarde.-Respondió su padre.
-Pues no sabéis la suerte que tenéis porque si llega a estar aquí yo que vosotros preferiría estar muerta.
Padre e hijo rieron al unisono mirándose mutuamente.
Se sentó en el sillón que había libre frente a la televisión y cogió un puñado de palomitas.
-¿Qué tal van?
-¡ESPECTACULARES!-Gritó su hermano.-2-0, ganamos.
-Vaya,que guay.-No supo que decir, el deporte era más de chicos mientras que la música la compartía con su padre, las películas, especialmente de miedo, con su hermano y libros y autores con su madre.
-Chicos, creo que me voy a dormir estoy muy cansada, ha sido un día muy duro.
-Claro, hasta mañana cielo.
-Hasta mañana.
-Yo que vosotros recogería esto un poco, de lo contrario os pillará el toro y mamá se encontrará cajas de pizzas escondidas en el armario de enfrente.
-¿¡Como sabes dónde escondemos...!? Es igual,hasta mañana cariño, que descanses.
Asintió. Les caería una buena, lo veía venir.
Subió hasta su habitación y se puso el pijama. Se arropó un poco cerró los ojos.Pensaba en todo lo que había hecho ese día: Estar con los niños, comer en el hospital, estudiar un poco, volver a jugar con los niños y por último visitar a David.
David.
Su mente se trasladó a aquel chico de ojos negros, rubio y piel clara. Todo indicaba que era su media naranja, pertenecía a una clase social alta al igual que ella, estudiaba una carrera, era simpático, agradable,guapo...Pero estúpido y egocéntrico. En muchas ocasiones había escuchado comentarios racistas hacia personas de otra cultura, salir por su boca. Estaba caro que no era así siempre, pero en ese momento no sabía que pensar. A lo mejor era hora de darse un tiempo.
Se sumergió en un mar de dudas,oscuro que nublaba su mente.Al fin podía descansar.

miércoles, 25 de abril de 2012

Otro prototipo más de niña de papá.

-Si sueñas, sueña bien.-Dijo Cristina mientras se recostaba en el asiento del copiloto.
-Cierra el pico. David me comprará el anillo para nuestro aniversario.-Rechistó Marina mientras seguía con los ojos fijos en la carretera.
Cristina reía, cada vez más fuerte. Sus carcajadas empezaban a molestarle.
-Cielo, el anillo que tu quieres vale más de cien euros. No creo que tu ''noviete'' sea tan rico como para permitirse ese dineral.
-Primero, no es mi noviete. Y segundo, ¿que pasa si es rico? ¿tienes algún problema con ellos?
El silencio reinó en el coche. Marina conducía, cada vez más nerviosa. Por fin llegaron a un semáforo en rojo y pudo descansar.
-Pues si, la verdad. Tiene mucho dinero y mientras, la gente se muere de hambre en países pobres.
Cristina se cruzó de brazos y giró la cabeza esquivando su mirada.
-David no es así. Ni siquiera lo conoces.
Cristina se mordió el labio inferior.
-Sé que no todos son iguales, o al menos empiezan siendo buenas personas, pero al final la avaricia y todo el dinero por el que según ellos ''luchan'' les acaba haciendo iguales.
Marina sabía que en el fondo tenía razón, el dinero siempre acababa poseyendo a las personas y toda la humanidad que podía existir en ellas se perdía por completo en la mayoría de los casos. Pero David no era como otros ricos del montón, al menos no para ella.
El semáforo se puso en verde y siguió conduciendo.
-Ya estamos llegando.-Dijo mientras tomaba una curva a la izquierda para ir hacia los aparcamientos del hospital.
-¿Puedo hacerte una pregunta?
Ella asintió poco convencida.
-¿Por qué te apuntaste para ser animadora hospitalaria?
Se quedó pensativa unos instantes.
-Supongo que porque me encanta ver a los niños disfrutar. Aunque estén enfermos, creo que se merecen ser felices.
 El silencio volvió a reinar cuando Marina encontró un aparcamiento. Aparcó tal y como le habían enseñado en la autoescuela y salió del coche.Cristina salió después.
-¿Por qué me lo has preguntado?
-No eres el tipo de persona que haría esto.
Abrió los ojos de par en par, ¿le había dicho lo que ella pensaba?
-¿Por qué dices eso?
-Bueno, está claro que eres uno de los prototipos más de niña de papá.
A Marina le cabreó bastante así que pasó completamente de su comentario y entró en el hospital dirigiéndose a  la sala de juegos. Antes, saludó a una de las recepcionistas jóvenes que ocupaban la entrada del hospital.
Cristina la llamó mil veces pero ella se hizo oídos sordos. Al fin y al cabo no sabía que hacía hablando con un prototipo más de niña de papá.
Al entrar todos los niños le dieron la bienvenida. Las madres salieron fuera dejándolas al cargo.
Primero jugaron a la gallinita ciega. Al principio, le tocó a Cristina, después a uno de los niños mayores, Alfonso.
Jugaron a uno de los juegos de mesa que ocupaban la estantería.
Mientras jugaban Marina la vio de nuevo. Andrea, leyendo como siempre al lado de la ventana. Entonces recordó que le había traído algo. Sacó un libro de su bolso y fue hacia ella.
-¡Hola!.-Le saludó.
-Otra vez tú.
Rió e ignoró su comentario.
-¿Cómo vas con el libro?
Andrea le enseñó el libro alzándolo.
-Último capítulo.
-¡Genial! Porque te he traído un regalo.
Le enseñó el libro y lo colocó en sus manos. Andrea abrió la boca en forma de O.
-¿Estudio en escarlata?
-Si, me dijiste que no te lo habías leído y, en fin, ¿te gusta?
-¿Para mí?
-Pues claro, yo me lo leí hace tiempo, ya no lo voy a volver a leer. Para ti.
Andrea se quedó confusa.
-¿Por qué haces esto?
-Me caes bien, y además este es mi favorito, te va a gustar.
Marina le sonrió y de repente oyó la voz de Cristina llamándola. Esta vez no la ignoró.
Se giró y vio como le hacía una serie de señales.
Entonces lo comprendió, había pasado el tiempo y ya era hora de irse.
Se despidió de todos, en especial de Andrea y le confortó ver como sujetaba el libro entre sus manos, protegiéndolo. En realidad, aunque no lo transmitiese, le hacía feliz esa clase de regalos.

viernes, 20 de abril de 2012

Mañana también será otro día.

Marina siempre pensó que su mundo era perfecto, su familia era fantástica, sacaba buenas notas, tenía dinero, era solidaria, un novio guapo, una vida planificada...
Pero si se paraba a pensar no todo era perfecto. Siempre había soñado con un mundo sin fronteras, sin banderas, sin razas ni religiones que los enfrentase. Un mundo sin enfermedades ni muertes. Lamentablemente ella sola no podía erradicar la pobreza en el mundo ni inventar una cura para el cáncer. Pero si podía poner su granito de arena y eso era justo lo que estaba haciendo.
Animar a personas enfermas.
Se sentó en uno de los bancos que rodeaba el porche de su casa y reflexionó un poco sobre la vida
-¡Marina!-Oyó desde la puerta de entrada.
Marina abrió los ojos y vio a su madre asomada. Se levantó y corrió hacia ella. Tenía ganas de darle un abrazo pero no lo hizo. Prefirió retener la felicidad en su interior.
-¿Qué tal ha ido tu primer día?
La miró a los ojos y sostuvo la mirada. Los ojos le brillaban y transmitían felicidad.
-¡GENIAL!-Gritó a los cuatro vientos.-Hemos jugado y he conocido a una chica, que en realidad es maja, pero no lo demuestra para nada.Le encanta leer.
-Vaya, tu media naranja.
-Esther Gómez, no tiene gracia.
Su madre rió y le besó la frente.
-Para ti soy mamá.-Dijo antes de entrar.

Quiso dar un paseo antes de comer. Así lo hizo. Paseó por las antiguas calles de una Granada musulmanas. Su ciudad natal.
Cuando llegó, el atardecer se alzaba sobre su casa. Un chalet con piscina y 500 metros de parcela
Al entrar en su casa, el olor a pizza choco en su rostro. Colgó su bolso en el perchero y abrió las ventana, hacia calor.
Entró en el salón y vio a Jorge, su hermano, sentado en el sofá , con la mirada clavada en la televisión.
-¿Qué haces?-Preguntó.
-Ver una película.¿Recuerdas? Es viernes, viernes de películas.-Se miraron mutuamente durante unos segundos. Marina no sabía muy bien de que hablaba.-Tú y yo solos, mamá y papa, cena de los viernes. ¿Lo vas pillando?
Marina cayó en la cuenta de que había olvidado por completo la cita que tenía con su hermano todos los viernes. Sus padres se iban a cenar y ellos pedían una pizza y se la comían mientras veían películas normalmente de terror.
Se tocó la frente en señal de cansancio. Jorge seguía mirándola. La película estaba en pausa.
-Es verdad, lo siento. Se me ha pasado. ¿Cuánto le queda por terminar?
-Cinco minutos.
Lo sintió de verdad. Sabía que a su hermano le encantaban esas noches en los que los dos reían y se morían de miedo juntos.
Jorge tenía cuatro años menos que ella. Le había acompañado en todos sus amores y desamores. Peleas y amistades. Era su mejor amigo.
Jorge sabía todos los secretos de su hermana. Marina sabía todos los de Jorge.
-No importa. Podemos ver otra, la noche es larga.-Sonrió y dio una palmada en el sofá para que se sentase junto a él.
-Claro, pero, ¿sabes qué?, mejor vemos una serie.Mañana tengo que madrugar.
Su hermano suspiró.
-Está bien, está bien. Como quieras.¿Qué tal te ha ido hoy?
Corrió hasta el sofá antes de que su hermano hubiera hecho la pregunta completa. Emocionada le dio una pequeña palmadita en la espalda.
-Aquello es otro mundo. Los niños disfrutan y algunos ya no tienen cura...-Hizo una mueca con la boca, estaba triste.
-Lo importante es que tú le haces sonreír. Morir con una sonrisa en el rostro es una buena forma de morir.
-Tonto, no digas esas cosas. Disfrutaron y pienso hacerle disfrutar hasta el último momento. Para eso soy animadora.
Jorge soltó una risa.
-¿Y te vistes de payaso?
-Déjame en paz.
Marina se levantó y subió a su habitación. Allí se colocó el pijama, los auriculares y se acostó. Los últimos recuerdos en los que pensó fue la conversación con Andrea. Era una joven muy peculiar.
Acabarían siendo buenas amigas, se dijo y se sumergió en el sonido y en un profundo sueño.
Mañana sería otro día.






jueves, 19 de abril de 2012

El primer día.

''Cuando crees en algo, luchas por ello. Nunca es fácil y si lo resulta, entonces es que no has creído de verdad en ello. Todo lo que hay en la vida es sufrido, basta con que te preocupes un poco y confíes.''
Marina recordó las palabras que su padre le había dicho después de enterarse que su hija sería animadora hospitalaria. Cuando abrió los ojos se encontró el hospital en frente suya. Cristina, su compañera a la que acababa de conocer y con la que acababa de congeniar durante el trayecto le acarició el brazo haciéndole señas con la cabeza para que entrase.
Nunca había conocido a una persona tan entusiasta como ella. Era una joven muy atractiva, pelo largo, rubio y rizado, ojos grises, alta, piel clara.
Pero sin duda, lo que más le gustaba de ella era su sentido del humor.
Cruzaron las puertas acristaladas y se adentraron en aquel inmenso hospital que se había convertido en el hogar de muchas personas.
Con toda la valentía cogida en sus pulmones fue hasta recepción.
-Perdone, somos las nuevas animadoras. ¿Nos puede decir dónde está la sala a la que tenemos que ir?
La recepcionista miró sobre sus cuadradas gafas y las estudió de arriba a abajo.
-Claro, la tercera planta. A partir de ahí no os perderéis, creerme.
Asintieron dándole las gracias después y cogieron el ascensor. Cuando les dejó en la tercera planta se dieron cuenta de por qué la recepcionista había dicho que no se perderían. Los gritos se oían por toda la planta. Caminaron guiándose por las risas de los niños. Hasta que al fin llegaron a una puerta grande y acristalada. En ella había un cartel que anunciaba la sala de juegos para niños.
Cristina entró primero y Marina oyó como los gritos se apagaron y el silencio reinaba seguramente por primera vez en varios meses en aquella planta
Entró con disimulo pero eso era casi imposible. Notó todas las miradas de niños inocentes clavadas en ella. O mejor dicho en ellas.
Una madre se acercó hasta Cristina y le preguntó algo en voz baja.
-Somos las animadoras.-Contestó esta.
Las madres asintieron a la vez y se marcharon de la habitación dejándolas al mando.
Cristina la miró de reojo para que dijese algo.
-Buenos días, somos las nuevas animadoras del centro. Ella es Cristina y yo soy Marina.
-Me gusta tu nombre.-Le dijo una niña que jugaba en uno de los ordenadores.
-Gracias.-Contestó y le sonrió.
Cristina, contenta por la presentación dio una palmada para que la escuchasen a ella.
-Bueno, yo he pensado que el primer juego que podemos hacer es el de el escondite. ¿Os parece bien?
Los niños dijeron que sí al unísono y todos se levantaron para ir con ellas. Empezaron a contar, esta vez era Cristina quien contaba. Marina ayudó a los más pequeños a esconderse, se escondió con ellos e incluso le chivó algunos escondites a su compañera para que el juego se hiciese mas ameno. Otras veces le tocaba a ella contar, aunque esta vez no había nadie que le ayudase a encontrar a los niños.
Cuando hubo encontrado a algunos y se hubo librado de volver a contar vio a una chica sentada en el umbral un ventanal grande que había al fondo de la habitación.
Le hizo un gesto a Cristina para que continuase con el juego. Mientras, ella se acercó hasta la joven de pelo oscuro que leía.
-Hola.-Le saludó.
Al principio no contestó, pero después pudo ver como la joven apartaba la vista del libro y la observaba.
-Hola.-Contestó.
-¿Qué lees?
-Una novela de Arthur Conan Doyle.
-¿Sherlock Holmes?
La joven enarcó la ceja derecha y miró fijamente a Marina.
-Sí.
-¿Te los has leído todos?
Negó con la cabeza y siguió sumergida en la novela.
-¿Es la primera novela que te lees?
La joven morena le miró extrañada y asustada.
-He leído más novelas en mi vida, no es el primer libro con más de 5 páginas que cojo.
Marina rió sabiendo que había malinterpretado su pregunta.
-Lo sé, me refiero a que si es el primer libro de Arthur Conan Doyle que lees.
-Sabía a lo que te referías y sí, es el primero.
-Verás como te gustan.-Le sonrió.-¿Como te llamas?
-Andrea.-Respondió sin apartar la vista del libro.-Y tengo catorce años.-Cerró el libro dejando el marca páginas dentro y la miró.-Así te ahorro preguntas.
-Encantada.Yo soy Marina y tengo dieciocho años.Estudio Enfermería, es mi primer año y soy la nueva animadora. Me encanta leer, al parecer igual que a ti y soy de Madrid.
Andrea la observó extrañada, como si fuesen muchas respuestas las que había soltado.
-A si te ahorro las preguntas.-Señaló Marina y sonrió.
-¿Por qué haces enfermería?
-Bueno, supongo que me gusta cuidar de las personas que lo necesitan y los enfermos lo necesitan.¿No crees?
Andrea rechistó con los labios e hizo una mueca.
-Yo estoy enferma y no necesito a nadie que me cuide ni que venga a jugar conmigo. Como puedes ver, con un libro me apaño.
Marina rió de nuevo, esta vez con más intensidad.
-¿Juegas?
-No.
-Como quieras. Si te entran ganas ya sabes que serás bienvenida.
-Eso me lo suponía.
Marina se levantó y fue directa hasta donde Cristina seguía jugando con los niños, esta vez al pañuelo.
-Por cierto, ¿tienes más libros de Arthur?
-No.-Respondió como siempre, sin apartar la vista de la página.
Marina asintió.
-¿Por qué?
Marina ignoró la pregunta y volvió con su compañera. Sería una experiencia muy larga, pensó.




Prólogo.

Ella sabía que iba a ser duro además de divertido. Pero no que sufriría tanto.
El atardecer se iba escondiendo y la noche pronto decoraría la sala de juegos del hospital. Lo niños iban desapareciendo hasta que Marina y Cristina, su compañera, se quedaron solas.
Marina miró a su compañera con un halo de tristeza en los ojos. Cristina sabía lo que estaba pensando, esa tarde había sido triste y solitaria. Todas las esperanzas habían acabado para Marina, todas salvo una.
Cristina cogió a su mejor amiga de la mano y  le sonrió.
Marina pudo entender que aún quedaba una pequeñas esperanza enterrada en las sonrisas de todos aquellos niños.
Una lágrima se deslizó por su rostro. Quería tener la misma esperanza, pero no podía.
Se agachó y recogió una pequeña figura en forma de delfín que había tirada en el suelo. Cristina se acercó para ver lo que era. Las dos mantuvieron su mirada fija en aquel objeto a simple vista insignificante. Las lágrimas esta vez, mas abundantes, caían con fuerza.
Entonces sintió que la esperanza volvía a su corazón. Apretó con fuerza la figura y se secó las lágrimas. La vida tal y como era en realidad acababa de empezar para ella.


Resumen

Marina, a sus dieciocho años ya sabe todo lo que va a hacer en la vida, seguirá con el voluntariado animando a los niños hospitalizados, estudiará enfermería, seguirá con David, su novio desde los quince años, vivirá en Barcelona, su ciudad favorita, y ayudará a las personas utilizando todo lo que ha aprendido a lo largo de la vida. En su etapa de animadora hospitalaria conocerá a Marcos, un chico que cree en lo que hace y que da su vida por ello sin importarle todo lo demás. Marina cree que todo es fácil, pero se dará cuenta de que la vida es una batalla continua, sobre todo para Andrea, la joven de catorce años que ha conocido en el hospital y que le enseñará que hay que luchar por todo, incluso por las cosas mas insignificantes y que hay que aprovechar al máximo la vida viviendo el presente y no planeando el futuro.